jueves, 2 de julio de 2009

LLUVIA

- Che, Juan. Creo que va a llover.
- Así parece. Otro día más sin buena venta. ¿A qué hora terminaste ayer?
- Alrededor de las ocho de la noche. Pero hice nada más que 20 pesos.
Juan vaciaba el mate en la bolsa de nylon que tenía entre sus piernas. La úlcera lo obligaba a trabajar sentado, y sólo se ponía de pie para trasladarse de cuadra. Jacinto miraba el cielo.
- Si llueve voy a volver a perder plata. ¡No sabés lo húmedos que se ponen estos bizcochos! ¡Chicles, parecen!
- Yo estoy muy cansado y quiero irme a mi casa. No me importa si llueve o no. Hoy no voy a hacer un mango.
Juan apoyó el termo al lado del cepillo y se pasó un pañuelo verde por la frente. Colocó la tapa al betún negro y lo acomodó en el canasto.
-Yo creo que me voy, Jacinto. La humedad me está matando. Ya no voy a juntar más que estos quince pesos. Para el morfi me alcanza.
- ¿Qué pasó con el alquiler?
- La mamá de Olga nos va a prestar 50 pesos. Pero no llegamos a pagar todo lo que debemos.
- Yo te puedo tirar unos mangos. No mucho, pero le puedo pedir a Marta que saque de los ahorros.
- Gracias. Pero no quiero deberte más guita. Además el desalojo es seguro. La vieja de Olga ya nos preparó una habitación.
-¿Y los pibes?
- Se irán a lo de mi hermano. No sabemos todavía. Pero ellos tienen el laburo fijo y últimamente hay más obras.
Los dos quedaron en silencio, mientras Juan subía el cierre de su campera azul. Jacinto frotaba sus manos peludas y les daba calor con su aliento.
- Andá. Tenés una cara. Yo todavía no puedo. Voy a esperar a la salida de la escuela. Por ahí tengo suerte.
- Sí, seguro. ¡Los pibes salen con un hambre! Pero con este día nadie va a lustrarse los zapatos. Olga debe estar preocupada.
Juan metió su mano en el bolsillo del pantalón y sacó algunas monedas que contó con la vista. Luego tapó el canasto de mimbre y lo colocó bajo su brazo.
-Me voy, viejo. Que tengas un buen día.
- Chau, che. Que te mejores
- Chau.
Juan tomó la avenida con paso lento y se detuvo a unos pocos metros de la esquina San Juan. Extendió el brazo derecho y detuvo el colectivo. Subió los peldaños con dificultad y logró protegerse de las gotas de lluvia que comenzaron a caer.

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