jueves, 2 de julio de 2009

ESPERAR

-Ana, querida… ¿Cómo va todo?
-Zulma…Acá andamos. Esperando el parte. Gracias por venir.
-¿Cómo no iba a venir? Vos Héctor, ¿Cómo lo tomaste?
-¿Cómo lo voy a tomar? No es fácil para nosotros. Ella es muy chica. Igual, no podíamos hacer otra cosa.
-Era una decisión tomada, pero íbamos a esperar a la semana que viene. Hoy empezó con las pérdidas y tuvimos que salir corriendo. ¿Vos como estás?
-Bien…
Los tres quedaron en silencio, mientras Ana desenredaba sus rulos colorados con los dedos. El único sonido del pasillo era el zapateo constante de su taco aguja sobre el suelo.
-¿Podés calmarte Ana? ¡Me ponés nervioso!
-Perdón. Esta espera me está matando. ¿Qué hora es?
- Las tres en punto.
-¡Hace más de una hora que entró! No sabía que iba a ser tan largo. ¿Le habrá pasado algo malo?
-¡Hay nena! ¡No exageres! Estas cosas son así. Acordate de la operación de la Bety. Resultó ser simple.
Zulma se abanicaba con una revista vieja y miraba de reojo los anteojos oscuros de Héctor.
-Te quedaste mudo. ¿Querés que vaya a comprar agua?
-No, estoy bien. Ana, ya vas a ver que después de hoy nuestra vida va a cambiar. No llores, nena…
Zulma observó que los ojos de su amiga estaban llenos de lágrimas y el ruido del taco golpeando el suelo se volvió más persistente. De su cartera de charol, sacó un pañuelo y se lo pasó a Ana por las mejillas. Desde la sala salió el médico con paso lento y la mirada hacia el suelo.
- ¡Doctor! ¿Como anda la nena?
- Todo está en orden y fuera de peligro. Pero no pudimos continuar con el embarazo. Con permiso.
- Gracias doctor.
Los tres quedaron en silencio nuevamente.
-Andá. Tenés cosas que hacer. Yo me quedo con mi marido. No te preocupes.
-¡No te dejo ni loca, nena! No tengo otra cosa que hacer más que estar con vos. Además a la nena le va a gustar verme. ¿De cuánto estaba?
-De dos meses y medio.
-Igual que la Bety. Vas a ver que va a salir todo bien. Igual la iban a operar ¿no?
-Ella no quería. Dijo que iba a dejar la escuela y dentro de un año la iba a retomar. Pero a nosotros nos parecía que lo mejor era terminar con esto ahora. Tiene 15 años y andá a saber quién es él. Igual ahora no tenemos más nada que pensar. Las cosas se dieron naturalmente.
Los tres quedaron en silencio. Héctor miraba el suelo a través de los lentes oscuros que tapaban sus ojeras, mientras frotaba sus manos en la campera de jean que estaba sobre sus nalgas flacas. Ana apoyó la cabeza en el hombro de su amiga, que volvió a ofrecerle su pañuelo. Aún quedaba un largo rato de espera en el pasillo del hospital.

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